Automágica: durante 2017 estoy trabajando bastante en Automágica, mi software para editar libros: Más información - Posts relacionados

PyConAr 2015

Voy a intentar contar y resumir mis experiencias vividas en PyConAr 2015; ya pasó más de una semana y eso hace que los recuerdos pierdan detalle.

Si bien ya hace varios años que no uso Python profesionalmente o, mejor dicho, en el día a día, siempre rescato su comunidad y me gusta, cuando puedo, participar en ella.

Jueves 12

Ya que las charlas empezaban el 13 y el 12 había talleres introductorios, no planifiqué llegar para el primer día. De hecho, en mi esquema original iba a llegar en colectivo el viernes a la mañana y volverme de la misma forma el sábado a la noche. Las circunstancias cambiaron y llegué en auto el jueves a la siesta. Luego de buscar hospedaje, tipo 16 hs, me llegué al Espacio Cultural Le Parc, donde se estaba desarrollando la conferencia.

Luego de intentar acreditarme en una conferencia sobre agua, encontré el stand de acreditación indicado y me acerqué al salón donde se estaba desarrollando DjangoGirls Mendoza, un tutorial que pretender llevar a personas (en principio mujeres [*]) con cero o poca experiencia programando a utilizar herramientas profesionales siguiendo los pasos de un tutorial. Cuando entré, no me di cuenta, pero estaba interrumpiendo: aproveché para saludar a Humitos, Marcos Dione, @EllaQuimina y CynCyn.

Al cerrar el evento nos fuimos a tomar algo a la calle Arístides Villanueva, donde están TODOS los bares y comedores en Mendoza.

Viernes 13

Las charlas estaba divididas en dos tracks, el amarillo en un salón circular y el azul en un aula normal.

Del primer día mis charlas preferidas fueron:

El día lo cerró Ashwini Oruganti con una keynote sobre el futuro de Python. No era una charla técnica y no trataba sobre el futuro técnico del lenguaje sino más bien sobre como hacer que la comunidad perdure en el tiempo. La slide final resumía la charla diciendo algo así como "El futuro de Python sos vos": así que salí a dar charlas, metete en proyectos, programá, preguntá, respondé, ayudá.

Sábado 14

El sábado arranqué temprano porque daba mi charla Qué extrañé de Python en los últimos 4 lenguajes en los que trabajé. Creo que el hecho de que sea la primera del día me jugó un poco en contra e hizo que no haya tantos asistentes como me hubiese gustado. De todas formas estoy conforme con como salió.

https://viejoblog.juanjoconti.com/charlas/missing-python/

De este día me gustaron:

La keynote final estuvo a cargo de Simon Willison y contó como migraron a microservicios en Evenbrite. La única charla que está filmada, gracias a Roberto Allende que la filmó desde el público.

Durante la conferencia, algunas empresas plantearon juegos o desafíos. Yo le dediqué algunas horas del sábado al de Machinalis que consistía en programar un bot en Python dentro de http://thewalnut.io que resuelva cierto problema. Por entretenerme con eso, me perdí una charla que me interesaba sobre cómo hacer aplicaciones para celulares con Kivy. Por suerte, acabo de encontrar las slides online: https://speakerdeck.com/entrerrianas/tu-primera-aplicacion-con-kivy-para-moviles

Antes de irnos, Machinalis anunció los ganadores de su concurso:

Más

En PyConAr hubo mucho más. Demasiado para un post. Rescato: las charlas relámpago y las charlas a la hora de comer o en el café.

[*] Si son hombre podés ir pero solo si llevás a una mujer.

PyConAr 2015, la semana que viene, en Mendoza

La semana que viene, de jueves a sábado, es PyConAr 2015, la conferencia anual e itinerante de Python Argentina. Este año se hace en Mendoza.

No iba a ir: era lejos, tenía que planificar con anticipación y alguna otra excusa que me había puesto. Había mandado una charla y la habían rechazado.

Hoy recibí un mail en el que me decían que la mía había quedado como la primer charla suplente, que no había entrado por un pelito y que ahora había un slot disponible.

Así que: iiiiuuuuujjuuuu! Nos vemos allá!

PS: llevo libros de mi editorial Automágica (Xolopes, Santa Furia y La prueba...), que son ON TOPIC porque están maqueteados con Python, si alguno quiere uno, reserve por acá.


Basado en hecho reales...

Un cuento basado en hechos reales...

¿Por qué no cojió esa nocho Guido Pividoni?

A Guido lo conozco de la primaria, pero hasta esa noche no lo había vuelto a ver.

Ya es más de media noche. Estoy llegando tarde al cumpleaños de mi prima y acelero por una avenida libre de autos con la esperanza de llegar a picar algo.

Increible, hice en menos de diez minutos el trayecto que de día me toma media hora.

Hay autos estacionados en toda la cuadra, excepto frente a las cocheras: las opciones son estacionar en la mano contraria o hacerlo tapando la entrada de la casa de mis tíos. Elijo la segunda y después de intentar entrar y volver a salir un par de veces, el auto queda estacionado más o menos donde debería. Camino por detrás del auto. La vereda en esa parte es extremadamente alta, tanto que para llegar desde la calle hay que subir una especie de escalón de un metro: doblo la rodilla y me impulso hacia arriba, con tan mala suerte que golpeo con la cabeza un canasto de basura que el Demonio colgó de uno de los árboles.

Siento el golpe, el repentino ardor. Al no saber qué me golpeó, instintivamente llevo mi cuerpo hacia abajo y termino apoyando las palmas de las manos en el suelo.

Me levanto y me toco la cabeza. Con la yema de dos dedos siento como una parte de cuero cabelludo se me levantó. Me miro la mano y está llena de sangre. Alcanzo a tocar el timbre y el que me abre es uno de los primos pequeños, uno de doce años. Me mira y después se da vuelta: “¡¡¡El tío Juanjo tiene sangre en la cara!!!”. Siento que me pongo pálido. Me acompañan hasta el baño y cuando me veo al espejo tengo media barba de pintura roja. Un par de manos acompaña la herida hasta abajo del chorro de la canilla y desde mi perspectiva veo como un litro de agua colorada se va al desagüe. “Tenemos que ir a una guardia”, dice alguien y cuando me doy cuenta estoy sentado en un auto camino al hospital más cercano. Presiono una toalla oscura contra la herida y siento como la patilla se me pone dura de sangre reseca.

En la guardia me preguntan mi obra social. Me siento a esperar. Cuando ambos brazos ya se me acalambraron de sostener la toalla me hacen pasar. La doctora escarba en mi cabeza para mirar y hace un gestito de dolor. “Te hiciste un siete, vamos a tener que ponerte unos puntos”. Me acuesto y me ponen anestesia local: “esto puede arder”, advierte. Luego, solo siento las sombras de los movimientos de la doctora. Siento la fuerza que hace para que la aguja atraviese mi cuero cabelludo pero no el dolor del pinchazo, siento como tira del hilo para ajustarlo pero es tan vaga la sensación que ni siquiera llego a contar cuántos son los puntos. “Acá podría hacerle un punto más”, dice la doctora. Y le pide un bisturí a la enfermera. Con ayuda del filo me corta un poco de pelo y completa el que dice es el quinto.

“Ahora la enfermera te va a poner la antitetánica”.

La doctora se va y nos deja solos. Ella mira la orden y dice para los dos con un poco de sorpresa: “ah… no es de las que se ponen en el brazo. Te debe haber dado esta para que haga efecto más rápido”.

Miro a la enfermera abrir el descartable y pienso: “¿Qué culpa tiene?”. “¿Qué culpa tiene la enfermera para tener que verme el culo peludo?”.

Salgo rengueando y vuelvo al auto. Ahora vamos a la farmacia a comprar los antibióticos, el material para higienizar la herida y la antitetánica para reponer la que usaron conmigo. Vamos a una de esas 24 horas. Hay dos personas haciendo cola, un viejo y una chica joven. Veo que alguien más quiere sumarse, así que acelero el paso y ocupo el tercer lugar. El que queda cuarto parece tener mi edad.

Llega mi turno y entrego la orden. El farmacéutico la mira: “Mmm, no che, una letra del nombre de la obra social está tachada, fijate, era una F y arriba le hicieron una D. Vas a tener que volver a que te corrijan la orden”. “¿De verdad?”, le digo con la mejor cara de poco amigo que puedo lograr e inclinando levemente la cabeza hacia delante para que me vea los vendajes.

“Dale loco... ¡es un centímetro de tinta!, ¿no podés darmelos igual?”.

Que sí, que no, retórica va, contra retórica viene. Le digo que los dos somos piezas muy chiquitas en un sistema que solo busca exprimirnos el jugo, que si no nos ayudamos entre tuerquitas, no nos ayuda nadie. Lo convenzo. O al menos yo creo haberlo convencido; es eso o decide atenderme solo por la cola de cinco personas que se formó luego de que estuviéramos discutiendo media hora. No importa, la cuestión es que mientras va recolectando los distintos items de mi lista se frena en uno. Trato de no mirar para atrás pero el murmullo de puteadas de los que están en la cola me empuja contra el blindex. “La antitetánica no dice la concentración”. No tengo idea de lo que me habla. “Si no dice la concentración te tengo que vender la de concentración mínima, pero para un adulto se suele usar la de 500. Tendrías que volver a la guardia y que te lo anoten…”. No termina de hablar. Sabe que después de lo de la obra social mal escrita esto es un detalle. Se acerca con la orden y un teléfono: “Acá está el número, llamá y preguntá”. Yo me atrinchero cerca del cuadradito del blindex para evitar que alguien ocupe mi lugar y llamo rápido, pido con la doctora y obtengo la confirmación. “Si, dice que 500”. Podría haber llamado al 110 y habría sido lo mismo.

El farmacéutico me entrega una bolsita con todo y le pago, pero antes de dejar mi lugar la reviso. “Che, una consulta, esto no es iodopovidona, ¿no?”. “A ver… uh, tenés razón, te estaba vendiendo otra cosa”. Le presto atención a la cara de dormido del farmacéutico y ante la duda vuelvo a revisar lo que me vendió, sobre todo los antibióticos. “Hay una diferencia de cuatro pesos”, me grita. “Bueno, dame unos caramelos de miel”, le contesto. Se queda mirándome. “No, vos me tenés que pagar cuatro pesos más”. “Ah… bueno, dale, sí, sí, no hay problema”. A esa altura ya somos casi compinches con el farmacéutico. Miro el reloj, ya pasó una hora desde que le entregue la orden. Me da el frasquito: iodopovidona. Povidona, povidona...

¡AHHHHHHH!, ya se de dónde me sonaba esa cara. Me doy vuelta. El que siguen en la cola es Guido Pividoni, de la primaria. Esa noche por fin había convencido a una compañera del trabajo y habían terminado en su departamento. Cuando ya estaban acostados ella lo frenó en seco: “No, sin forro yo no cojo”. Pividoni buscó en el cajón y no encontró nada. “Para, aguantame”, le dijo. “Bajo a la farmacia y en cinco minutos vuelvo, vos no te muevas de acá”.

puntos.jpg

Anoche tuve un pequeño accidente que disparó esta historia.


Goodreads review: Mas cuentos de los viudos negros (Isaac Asimov)

Muy entretenido. Muy Asimov.
En la edición pirata/epub que leí en el celular, el cuarto cuento estaba mal editado y lo pasé. El último me pareció muy denso y salté las últimas páginas :D Cada cuento tiene un epílogo con comentarios del autor. Esto es, tal vez, lo más interesante del libro.
Debería haber empezado por el primero de los libros de la saga, pero el autor dice que no es necesario.

Rating: 3/5

Original: https://www.goodreads.com/review/show/1418550444


Hoy en La opinión de Rafaela

Hoy a la mañana me llegó un mail de esos que te alegran el día. Un periodista y escritor de Rafaela había encontrado Xolopes en el departamento de su hijo y lo leyó:

Me entusiasmé y publiqué un artículo comentándolo en La Opinión, de aquí. Apareció en la edición de hoy, 26 de octubre, en la sección Información General, con foto.

Aquí la parte principal del texto y el link para leerlo online:

XOLOPES: VIAJE AL ENTRETENIMIENTO CON PROFUNDIDAD

“Xolopes”, de Juanjo Conti (edición 2014, de Automágica (Santa Fe), de 100 páginas) es una muy entretenida novela que, además de ser interesante, atrapa en todas las líneas de su contenido, cuenta historias y leyendas de mayas y aztecas, y muestra lugares mediante fotografías y gráficos de recorridos.

La parte central de su argumento son los acontecimientos de un viaje a México por parte de una pareja, contados por diferentes personajes, apareciendo sus voces alternativamente en pequeños sectores de pocas líneas separados por una numeración continuada, al modo de los libros de Eduardo Galeano (El libro de los abrazos, por ejemplo), pero la originalidad de Juanjo Conti va mucho más allá: las páginas no están numeradas; alude con frecuencia a la palabra “revolución” y la escribe tachada y a continuación dice “rebelión”, como si hiciera una corrección a un borrador; define su concepto de novela; incluye recetas, al modo de “Como agua para chocolate” y, finalmente, adopta como base narrativa la libertad que instaló Cortázar en “Rayuela”.

Juanjo Conti entiende y muestra cómo la escritura es juego, vida y pasión (y, sobre todo, libertad).

Lleva la línea argumental con precisión y apertura de enfoques y la cierra con seguridad, dejando un mensaje claro donde justifica el título de la obra. Se percibe llegando al final que se ha leído una novela sutil y elegantemente elaborada, con control de vocabulario, la sorpresa y la acción. Queda claro que sólo el autor sabe dónde están la verdad y la realidad de lo que cuenta. Para entretener cabalmente, Conti apela a la inteligencia del lector.

“Paseando con su camiseta de la selección Argentina de fútbol, se jacta de gran regateador por haber pagado dos dólares por un imán que le ofrecían a cinco. Y pagó sesenta por un estuche impermeable para la cámara de fotos que se llenó de agua del mar Caribe en la primera inmersión” (título 58).

En el título 79 hace una definición de lo que implica su obra. Dice que “lo mejor que le puede pasar a una novela como ésta (…) (que) intenta ser un fresco de un espacio y un tiempo (…) es tener un final que tome toda la paja de relleno y la prenda fuego”.

Hugo Borgna

Especial para “La Opinión”, de Rafaela

http://diariolaopinion.com.ar/noticia/77049/viaje-al-entretenimiento-con-profundidad

PS: ya pedí a un amigo que vive en rafaela que me guarde una copia en papel de recuerdo.





Feria del libro de Santo Tomé

Desde hoy 15 hasta el 18 hay feria del libro en la costanera de Santo Tomé. Pueden encontrar mis libros en el stand de Corteza Ediciones, en la primer carpa ala izquierda :D

feria-santoto-2015.jpg

Un par de mis cuentos leídos en una clase de filosofía

Esta noche, mi amigo Joel leyó dos de mis cuentos en una clase de filosofía que dió en UNR.

Joel Lorenzatti es profesor de la cátedra de Epistemología y de la cátedra de Epistemología e Historia de las Ciencias Naturales y Formales.

La clase en particular corresponde a la Unidad III: "El caso de los sueños lúcidos".