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Versión digital de Los caballeros de la Rosa

Con unas pequeñas correcciones sobre la versión impresa de la primera edición, publico en Internet la versión digital de mi segundo libro de cuentos.

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Se despertó

Se despertó en el medio de la noche abrazado a su esposa. Se puso las pantuflas y camino hasta el baño.

Cuando regresó, se vio durmiendo abrazado a su esposa.

Por no despertarse, se fue a dormir al sofá.


Releí El juego del ángel

Ayer terminé de releer El juego del ángel, el segundo libro de una saga de cuatro (de los cuales se publicaron 3) de Carlos Ruiz Zafón. Adictivo. Sobre todo por que no me acordaba nada de la historia. Lo único que recordaba era lo mucho que me había gustado su forma de relatar.

"...la noche reptaba sobre Barcelona...", "...me lanzó una mirada que oxidaba al contacto...", "...un sudario de luz escarlata se esparcía sobre la ciudad..." (estoy citando de memoria y seguramente errando, pero ese es el tono).

La próxima novela a releer es La sombra del viento.


La venganza de Geller

Una de las coas que me traje de la Feria del Libro fue una copia de ¡La re venganza!, una novelita de Gonzala Geller, editada por su microeditorial La Gota.

Si bien está pensada para adolescentes, cualquiera puede leerla y disfrutarla. Son unas 50 páginas divididas en 31 capítulos en las que el héroe, un joven al que sus compañeros han asesinado, vuelve de la tumba para vengarse. En su búsqueda hay aliados y enemigos, pintorescos personajes y buenas cuotas de humor. El desenlace me pareció genial.



Nico César se va a vivir a Boston

Tengo un amigo que se va del país. Si leés este blog, probablemente lo conozcas. El template de la historia no es original: gurú local es extraditado para brindar servicios en el exterior. En este caso nuestro amigo se va a vivir a Boston, a trabajar para la Free Sofware Foundation.

Anoche fue su despedida. Una fiesta, cual cumpleaños de 15, donde nos divertimos mucho y bailamos hasta las 6 am. Quiero aprovechar este puestito web para rescatar algunas fotos que tomé con el celular cuando llegamos. Como solo se va a llevar un bolso (que incluye un cuadro de bicicleta de bambú), se estuvo deshaciendo de todos sus objetos materiales (yo le compré una bici, un amigo un Arduino y una amiga la cama, entre muchas otras transacciones tax free). Lo que quedaba por vender se remató en las primeras horas de la noche. Cada artículo estaba acompañado por un cartel descriptivo; en estos, las fotos no son exhaustivas, se pone de manifiesto el humor y el ingenio de este amigo que toma nuevos rumbos.


Matar a Borges

Unas semanas atrás, paseando por Rosario, vi la tapa de un libro en la góndola de una librería. La fuerza de la imagen me cautivó. Debía leer esa novela.

De regreso en Santa Fe, le encargué una copia a mi dealer de literatura preferido, Alejandro, del Arca del Sur. En pocos días el libro estuvo en mis manos. Esta mañana, luego de desayunar, terminé de leerla.

Me sorprendió que al buscar la novela en Internet prácticamente todos los resultados sean de librerías que venían el libro o de blogs/páginas de literatura cuya reseña se limita a transcribir la contratapa. Como una forma de combatir mi decepción, escribo a continuación, en acotados párrafos, algo de lo que me hubiese gustado encontrar antes de embarcarme en la lectura. Por supuesto, sin revelar detalles de la trama.

Matar a Borges es una novela policial en la cual Carlos Argentino Daneri,  personaje de El Aleph, emprende la misión de matar a Jorge Luis Borges. Tiene buen ritmo (capítulos cortos, muy llevaderos) y no se pone pesada nunca.

En el desarrollo aparecen otras personajes reales como personajes: la madre de Borges, "Adolfito" Bioy Casares, las hermanas Ocampo, Ulrike Von Kuhlmann, Estela Canto y hasta Ernesto Sábato, entre otros.

(Acá iba a poner algunas críticas al texto, haciéndome el erudito, pero vivimos en tiempos maravillosos en los que terminás de leer una novela, buscás al autor en Internet y te podés pasar una hora chateando con él, así que no hace falta.)

Para finalizar, algunos cuentos de Borges que vale la pena leer (o releer) antes de comenzar con la novela.

    <li><a href="http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/borges/aleph.htm" target="_blank">El Aleph (imprescindible)</a></li>
    
    <li><a href="https://viejoblog.juanjoconti.com.ar/2012/09/15/historia-del-guerrero-y-la-cautiva/" target="_blank">Historia del guerrero y la cautiva</a></li>
    
    <li><a href="http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/borges/sur.htm" target="_blank">El Sur</a></li>
    
    <li><a href="http://www.bartleby.com.ar/wp-content/uploads/La-muerte-y-la-brujula.pdf" target="_blank">La muerte y la brújula</a></li>
    


    Historia del guerrero y la cautiva

    Transcribo este cuento de Jorge Luis Borges por que quise linkearlo y no lo encontré en Internet.

    Historia del guerrero y de la cautiva

    En la página 278 del libro La poesia (Bari, 1942), Croce, abreviando un texto latino del historiador Pablo el Diácono, narra la suerte y cita el epitafio de Droctulft; éstos me conmovieron singularmente, luego entendí por qué. Fue Droctulft un guerrero lombardo que en el asedio de Ravena abandonó a los suyos y murió defendiendo la ciudad que antes había atacado. Los raveneses le dieron sepultura en un templo y compusieron un epitafio en el que manifestaron su gratitud ("contempsit caros, dum nos amat ille, parentes") y el peculiar contraste que se advertía entre la figura atroz de aquel bárbaro y su simplicidad y bondad:

    Terribilis visu facies mente benignus, Longaque robusto pectores barba fuit! (1).

    Tal es la historia del destino de Droctulft, bárbaro que murió defendiendo a Roma, o tal

    es el fragmento de su historia que pudo rescatar Pablo el Diácono. Ni siquiera sé en qué

    tiempo ocurrió: si al promediar el siglo VI, cuando los longobardos desolaron las

    llanuras de Italia; si en el VIII, antes de la rendición de Ravena. Imaginemos (éste no es

    un trabajo histórico) lo primero.

    Imaginemos, sub specie aeternitatis, a Droctulft, no al individuo Droctulft, que sin duda

    fue único e insondable (todos los individuos lo son), sino al tipo genérico que de él y de

    otros muchos como él ha hecho la tradición, que es obra del olvido y de la memoria. A

    través de una oscura geografía de selvas y de ciénagas, las guerras lo trajeron a Italia,

    desde las márgenes del Danubio y del Elba, y tal vez no sabía que iba al Sur y tal vez no

    sabía que guerreaba contra el nombre romano. Quizá profesaba el arrianismo, que

    mantiene que la gloria del Hijo es reflejo de la gloria del Padre, pero más congruente es

    imaginarlo devoto de la Tierra, de Hertha, cuyo ídolo tapado iba de cabaña en cabaña en

    un carro tirado por vacas, o de los dioses de la guerra y del trueno, que eran torpes

    figuras de madera, envueltas en ropa tejida y recargadas de monedas y ajorcas. Venía de

    las selvas inextricables del jabalí y del uro; era blanco, animoso, inocente, cruel, leal a

    su capitán y a su tribu, no al universo. Las guerras lo traen a Ravena y ahí ve algo que

    no ha visto jamás, o que no ha visto con plenitud. Ve el día y los cipreses y el mármol.

    Ve un conjunto que es múltiple sin desorden; ve una ciudad, un organismo hecho de

    estatuas, de templos, de jardines, de habitaciones, de gradas, de jarrones, de capiteles, de

    espacios regulares y abiertos. Ninguna de esas fábricas (lo sé) lo impresiona por bella;

    lo tocan como ahora nos tocaría una maquinaria compleja, cuyo fin ignoráramos, pero

    en cuyo diseño se adivinara una inteligencia inmortal. Quizá le basta ver un solo arco,

    con una incomprensible inscripción en eternas letras romanas. Bruscamente lo ciega y

    lo renueva esa revelación, la Ciudad. Sabe que en ella será un perro, o un niño, y que no

    empezará siquiera a entenderla, pero sabe también que ella vale más que sus dioses y

    que la fe jurada y que todas las ciénagas de Alemania. Droctulft abandona a los suyos y

    pelea por Ravena. Muere, y en la sepultura graban palabras que él no hubiera entendido:

    Contempsit caros, dum nos amat ille, parentes, Hanc patriam reputans esse, Ravenna, suam.

    No fue un traidor (los traidores no suelen inspirar epitafios piadosos); fue un iluminado,

    un converso. Al cabo de unas cuantas generaciones los longobardos que culparon al

    tránsfuga procedieron como él; se hicieron italianos, lombardos y acaso alguno de su

    sangre —Aldíger— pudo engendrar a quienes engendraron al Alighieri... Muchas

    conjeturas cabe aplicar al acto de Droctulft; la mía es la más económica; si no es

    verdadera como hecho, lo será como símbolo.

    Cuando leí en el libro de Croce la historia del guerrero, ésta me conmovió de manera

    insólita y tuve la impresión de recuperar, bajo forma diversa, algo que había sido mío.

    Fugazmente pensé en los jinetes mogoles que querían hacer de la China un infinito

    campo de pastoreo y luego envejecieron en las ciudades que habían anhelado destruir;

    no era ésa la memoria que yo buscaba. La encontré al fin; era un relato que le oí alguna

    vez a mi abuela inglesa, que ha muerto.

    En 1872 mi abuelo Borges era jefe de las fronteras Norte y Oeste de Buenos Aires y Sur

    de Santa Fe. La comandancia estaba en Junín; más allá, a cuatro o cinco leguas uno de

    otro, la cadena de los fortines; más allá, lo que se denominaba entonces la Pampa y

    también Tierra Adentro. Alguna vez, entre maravillada y burlona, mi abuela comentó su

    destino de inglesa desterrada a ese fin del mundo; le dijeron que no era la única y le

    señalaron, meses después, una muchacha india que atravesaba lentamente la plaza.

    Vestía dos mantas coloradas e iba descalza; sus crenchas eran rubias. Un soldado le dijo

    que otra inglesa quería hablar con ella. La mujer asintió; entró en la comandancia sin

    temor, pero no sin recelo. En la cobriza cara, pintarrajeada de colores feroces, los ojos

    eran de ese azul desganado que los ingleses llaman gris. El cuerpo era ligero, como de

    cierva; las manos, fuertes y huesudas. Venía del desierto, de Tierra Adentro, y todo

    parecía quedarle chico: las puertas, las paredes, los muebles.

    Quizá las dos mujeres por un instante se sintieron hermanas, estaban lejos de su isla

    querida y en un increíble país. Mi abuela enunció alguna pregunta; la otra le respondió

    con dificultad, buscando las palabras y repitiéndolas, como asombrada de un antiguo

    sabor. Haría quince años que no hablaba el idioma natal y no le era fácil recuperarlo.

    Dijo que era de Yorkshire, que sus padres emigraron a Buenos Aires, que los había

    perdido en un malón, que la habían llevado los indios y que ahora era mujer de un

    capitanejo, a quien ya había dado dos hijos y que era muy valiente. Eso lo fue diciendo

    en un inglés rústico, entreverado de araucano o de pampa, y detrás del relato se

    vislumbraba una vida feral: los toldos de cuero de caballo, las hogueras de estiércol, los

    festines de carne chamuscada o de vísceras crudas, las sigilosas marchas al alba; el

    asalto de los corrales, el alarido y el saqueo, la guerra, el caudaloso arreo de las

    haciendas por jinetes desnudos, la poligamia, la hediondez y la magia. A esa barbarie se

    había rebajado una inglesa. Movida por la lástima y el escándalo, mi abuela la exhortó a

    no volver. Juró ampararla, juró rescatar a sus hijos. La otra le contestó que era feliz y

    volvió, esa noche, al desierto. Francisco Borges moriría poco después en la revolución

    del 74; quizá mi abuela, entonces, pudo percibir en la otra mujer, también arrebatada y

    transformada por este continente implacable, un espejo monstruoso de su destino...

    Todos los años, la india rubia solía llegar a las pulperías de Junín, o del Fuerte Lavalle,

    en procura de baratijas y "vicios"; no apareció, desde la conversación con mi abuela. Sin

    embargo, se vieron otra vez. Mi abuela había salido a cazar; en un rancho, cerca de los

    bañados, un hombre degollaba una oveja. Como en un sueño, pasó la india a caballo. Se

    tiró al suelo y bebió la sangre caliente. No sé si lo hizo porque ya no podía obrar de otro

    modo, o como un desafío y un signo.

    Mil trescientos años y el mar median entre el destino de la cautiva y el destino de

    Droctulft. Los dos, ahora, son igualmente irrecuperables. La figura del bárbaro que

    abraza la causa de Ravena, la figura de la mujer europea que opta por el desierto,

    pueden parecer antagónicos. Sin embargo, a los dos los arrebató un ímpetu secreto, un

    ímpetu más hondo que la razón, y los dos acataron ese ímpetu que no hubieran sabido

    justificar. Acaso las historias que he referido son una sola historia. El anverso y el

    reverso de esta moneda son, para Dios, iguales.

    A Ulrike von Kühlmann

    (1) También Gibbon (Decline and Fall, XLV) transcribe estos versos.


    28 de agosto

    Me desperté esta mañana sin prestarle atención al calendario. Apagué de forma mecánica el despertador haciendo cesar su estridente sonido y fui hasta el baño a lavarme la cara. Preparé el desayuno para dos y repasé las noticias. Los diarios ya no tienen la sección de efemérides, ¿no? No hay tiempo de recordar los hechos del pasado, suficiente tenemos con todo lo que va a pasar hoy. Si el diario sobre la mesa hubiera tenido una sección de efemérides, la primera entrada la habría ocupado, casi sin dudas, la muerte de Agustín de Hipona. Si hubiese leído esa primer efeméride tal vez, y solo tal vez, hubiese recordado qué día era realmente hoy.

    Año 430, muere Agustín de Hipona, filósofo y obispo argelino, santo católico.

    Ahí nomás podría haber agarrado el teléfono y llamarte. Uno tiene esos amigos que terminan viviendo en otra ciudad y cuando te das cuenta los llamaste solo para el cumpleaños. Hoy podría haber sido la excepción.

    Y como no tenía mucho para decir te podría haber leído lo que estaba leyendo. Me hubiese sorprendido la cantidad de cosas importantes que pasaron un 28 de agosto.

    Año 1749: Nace Johann Wolfgang von Goethe, escritor alemán. A Goethe lo conocimos en la secundaria, gracias a Sonia, en Literatura.

    Año 1920: Estados Unidos: Se le reconoce a la mujer el derecho a voto.

    Cuando te lea el próximo te caés de la silla.

    Año 1963: Manifestación por los Derechos Civiles en Washington D. C.: un tal Martin Luther King, Jr. pronuncia su célebre discurso I Have A Dream.

    Me salteo con la vista otras, no tengo nada interesante para comentar sobre estas. Uruguay se independiza (1828), los británicos capturan al último rey zulú (1879) y sale a la calle un nuevo diario en Argentina: Clarín (1945).

    Una de las últimas puede no tener significado para mucha gente pero para nosotros tiene un poder mesiánico.

    Año 1993: Sale al aire la serie de Televisión Power Rangers. Vos eras el rojo.

    Y, después de leerla, un ventarrón nos arrastra con fuerza a ese pueblo de la infancia, a esas tardes tomando la leche y mirando un capítulo antes de hacer la tarea. Nos quedamos en silencio, la mirada ida.

    No podríamos extender la charla mucho más. Se hace tarde y en nuestras respectivas ciudades hay trabajos que nos esperan. Nos despedimos envidiando un poco a los que están allá. Hoy en nuestro pueblo es feriado porque es el día de su patrono. Están de fiesta en Carlos Pellegrini porque hoy es el día del pueblo.


    El enfoque en la novela

    De un post sobre ¿Qué es una novela?, salté a un pdf sobre una conferencia de Ignacio García-Valiño. Rescato esto:

    El enfoque es el punto de vista, el ángulo especial por el que vas a atacar. Un argumento aparentemente trillado, una love story, por ejemplo, puede resultar una gran historia si se le da un enfoque interesante, o novedoso.

    Es muy difícil, si no imposible, encontrar argumentos vírgenes. Lo moderno, lo que amplía las posibilidades de la historia es el enfoque. En la novela que estoy leyendo ahora, Rabos de lagartija, de Juan Marsé, el narrador es un feto. En la novela moderna, prima la subjetividad del enfoque por encima de todo. Es el prisma a través del cual miramos lo que hace parecer que el mundo sea diferente.