El operario - Jonatan Lipner

Este post fue migrado de un blog hecho con Wordpress. Si se ve mal, dejame un comentario y lo arreglo.

El tipo saluda a los guardias

pasa la tarjeta por el lector

y ficha el horario de entrada

de ahí al vestuario

a calzarse la ropa de trabajo

para ir a su sector

atravesando

un laberinto de máquinas

que no comprende

ni necesita comprender

Llega hasta su lugar

en la cadena

y empieza

lo esperan ocho horas de trabajo

haciendo lo mismo

haciendo lo mismo

haciendo lo mismo

haciendo lo mismo

haciendo lo mismo

las manos operan

separadas de la cabeza

armar, ordenar, apilar

es más natural que respirar

cada dos horas

(creo que lo dice la ley)

le corresponde un descanso

quince minutos

para ir a mear

fumarse un pucho

tomar agua

Después

a volver una vez más

a la panza de la bestia

a llenarse de olor a queso y lavandina

tan fuerte

que se pega a la piel

como una etiqueta:

uno es queso y lavandina

para volver otra vez

a su lugar en la cadena

a que las manos operen

más allá de la cabeza

y la cabeza carbure

más allá de la fábrica

la fábrica nunca podrá

meterse en las cabezas

y son ocho horas

de sacar cuentas

¿me alcanzará para el alquiler?

¿podré pagar la luz?

deudas, deudas, deudas

sueños, sueños, sueños

deudas y sueños

el que anda a pata

piensa en la moto

el que anda en moto

piensa en el auto

el que anda en auto

piensa en la casa

como ratas en una carrera

no paran

sólo que en realidad

somos ratas en una rueda

El que lo tiene todo

se inventa cosas que no tiene

y le echa la culpa por la carencia

a los que no hacen nada

como el dueño de la fábrica

pero sin plata.

A la mitad de la jornada

(creo que lo dice la ley)

hay que ir al comedor

un limbo triste y desolado

sentado inclinado hacia delante

uno come lo que pudo traer de la casa

y toma algo, aunque sea mate

y mira el reloj

tiene media hora de esparcimiento

le queda media jornada por recorrer

algunos

los más osados

espían

a las chicas de administración

princesas de oficinas con aire acondicionado

dos mundos separados por un pasillo

el reloj sigue su marcha

y uno debe arrastrar

el sudor y la suciedad

de vuelta al sector

lavarse los botines o las botas

echarse desinfectante en las manos

lo único sucio son los operarios

que se ponen su cofia

antes de abrir la puerta

para que el adn de su pelo

no arruine ninguna partida

uno se pasa ocho horas viendo rostros

sólo rostros, como máscaras

sin pelo

si los vieras en la calle

no los reconocerías

la cofia nos iguala en la pena

la cofia nos iguala en la servidumbre

Entonces se hace la hora

y llega tu reemplazo

a agarrar la posta que dejaste

porque las máquinas no paran nunca

el hombre sigue el ritmo de la máquina

el hombre está al servicio de la máquina

y uno vuelve, cansado, a los vestuarios

y se pone su ropa de civil

sólo entonces aparece el otro

sólo entonces te das cuenta

de que no sos vos el que labura al lado tuyo

algunos se ponen desodorante

esperanzados

pero es inútil

una vez pases la tarjeta por el lector

y fiches el horario de salida

y saludes a los guardias en la entrada

caminarás libre por la calle

pero llevarás en la piel

el olor de la fábrica

Levemente editado en base a la versión original.

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