El pelo en el jabón (remasterizado)

Este post fue migrado de un blog hecho con Wordpress. Si se ve mal, dejame un comentario y lo arreglo.

Para el 3er SLAM de poesía oral de Santa Fe rescaté un texto de mi primer libro y lo pulí un poco más. Estoy bastante conforme con el resultado, y en su presentación oral tubo buena aceptación.

El pelo en el jabón

Probablemente un pelo en el jabón sea uno de los objetos más limpios del universo. Sin embargo, cuando uno —con su cuerpo transpirado y el pelo sucio— se dirige a la ducha para descargar ahí toda la mugre del día —del cuerpo y del alma— y se encuentra un pelo en el jabón...

¡Ah! que desazón y que violencia, que sentimiento de violación a la intimidad de las gotas de agua que están cayendo sobre nosotros.

Es que es tal la relación que se tiene con el jabón, ese pan blanco protector y confidente, que el solo hecho de encontrar un pelo incrustado, cual fosil en piedra, nos recuerda que el vínculo que nos une a él, no es inmaculado.

Más personas frotan su cuerpo transpirado en él.

Y entonces, entre parientes y amigos, empezamos a buscar sospechosos.

Lo medimos, estudiamos su color, ¿rubio oscuro o castaño claro? ¿De qué parte del cuerpo de ese vil rufián será el pelo? Demasiado corto para cabellera de mujer, demasiado largo para pelo de pierna de hombre.

La cadena de deducciones se congela en el cerebro y el estómago se nos revuelve. Con las uñas y precisión quirúrgica nos animamos, lo sujetamos y lo retiramos de su soporte pastoso. Lo sostenemos ante nuestros ojos para examinarlo mejor. Reflexionamos. Una nueva inspección ocular. Parece que sí. Falsa alarma. Se trataba de un pedazo de hilo que se escapó del calzoncillo mientras lo lavábamos rasguñando su textil composición la noche anterior. Ahora sí, fuera de peligro podemos bañarnos tranquilos. Pero... ¿qué sucede? Se terminó el agua caliente.

https://www.youtube.com/watch?v=xPc6-Qdli-w

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