Automágica: durante 2017 estoy trabajando bastante en Automágica, mi software para editar libros: Más información - Posts relacionados

mi nuevo juguete

El miércoles fuí al correo a buscar un premio. Gané un reproductor de MP3 GoGear marca Philips (como el de la foto). gogoearUnos meses atrás había considerado comprar uno, no este en particula pero si alguno. La relación Coste/Calidad/Beneficio no me satisfizo y desistí de la inversión.

Unas semanas más tarde perdí mi viejo celular y compré uno de precio módico para no quedar incomunicado, antes de comprarlo busqué en internet las características del teléfono y de casualidad ví una promoción. A la semana, telefono en mano y con mucho crédito cargado invertí un mensajito en participar de la promoción. Un mes más tarde recibí un mensajito que decía: "Ud ha ganado un reproductor de mp3". Pretty cool pensé :D.

Algunas características interesantes:

    <li>512 MB de capacidad</li>
    
    <li>radio FM</li>
    
    <li>OLED</li>
    
    <li>graba FM y voz</li>
    
    <li>tiene un interruptor que cuando se desplaza despliega un conector USB para conectarlo directamente al puerto USB de una computadora o a un cable que viene con el equipo.</li>
    
    <li>No usa pilas, se carga mientras está conectado a la computadora.</li>
    


    Micro$oft ayuda a las personas a decidirse por GNU/Linux

    Leo en Rivendel:
    Windows Vista obstruirá ejecución de Linux La función de seguridad BitLocker, que será incorporada en las versiones más avanzadas de Windows Vista, dificultará sobremanera la ejecución de Linux en la misma computadora.

    y en Diarioti:

    Actualmente, un gran número de usuarios valora la posibilidad de ejecutar Linux y Windows en la misma computadora mediante un sistema de boot dual. Sin embargo, esta posibilidad será obstruida por Windows Vista.

    Bitlocker Drive Encryption, una característica que aparentemente solo estará disponible en las versiones más caras de Windows Vista, evita que un ladrón de computadoras tenga acceso a los datos de su dueño. Según el experto en seguridad Bruce Schneier esto tiene el efecto "secundario" de hacer muy dificultosa la ejecución de un sistema GNU/Linux en la misma máquina que Windows Vista.

    El artículo presenta esto como una mala noticia para la comunidad usuaria de GNU/Linux, en mi opinión esto no es tan así.

    Buscandole el lado bueno

    Tengo muchos amigos linuxeros que todavía no se animaron a dar el paso, cortar el cordón, romper las cadenas y decidirse a no usar software privativo en sus computadoras.

    Si llega el momento en que las opcines sean: Windows con Bit-locker o GNU/Linux, no dudarán en su elección: Software that let them free instead of lock them. Bit-locker puede ser el empujon, la tijera o el corta-cadenas que decida a muchas personas, no?

    ¿Que opina la gente que lee este blog y tiene dual-boot en su computadora? ¿y la gente que solo usa GNU/Linux?..¿Alguien que solo usa Windows?


    el problema de los formatos cerrados

    por Neal Stephenson, de Al principio fue la línea de comandos

    Empecé a usar Microsoft Word en cuanto sacaron la primera versión en torno a 1985. Tras algunos problemas iniciales descubrí que era mejor herramienta que MacWrite, que era su único competidor en aquel momento. Escribí un montón de cosas en versiones tempranas de Word, guardándolo todo en disquetes, y transferí los contenidos de todos mis disquetes a mi primer disco duro, que adquirí en torno a 1987. A medida que salían nuevas versiones de Word yo actualizaba fielmente, razonando que como escritor tenía sentido que me gastara una cierta cantidad de dinero en herramientas.

    En algún momento, a mediados de los ochenta, traté de abrir uno de mis antiguos documentos Word que databa más o menos de 1985 usando la versión entonces vigente de Word: 6.0. No funciono.

    Word 6.0 no reconocía un documento creado por una versión anterior de sí mismo. Abriéndolo como archivo de texto, pude recuperar las secuencias de letras que constituían el texto del documento. Mis palabras seguían allí. Pero el formato parecía pasado por un colador --las palabras que yo había escrito iban interrumpidas por cuadros rectangulares vacíos y basura.

    Ahora bien, en el contexto de una empresa (el principal mercado de Word) este tipo de cosa sólo es una molestia --uno de los problemas rutinarios que comporta usar ordenadores--. Es fácil comprar programitas de conversión de archivos que se ocupan de este problemas. Pero si eres un escritor, cuyo oficio son las palabras, cuya identidad profesional es un corpus de documentos escritos, este tipo de cosa resulta extremadamente desasosegante. En mi tipo de trabajo hay muy pocos presupuestos establecidos, pero uno de ellos es que una vez escribes una palabra, queda escrita y no puede desescribirse. La tinta mancha el papel, el escoplo corta la piedra, el estilo marca la arcilla y algo ha sucedido irrevocablemente (mi cuñado es un teólogo que lee tablillas en cuneiforme de hace 3250 años --puede reconocer la escritura de algunos escribas individuales, e identificarlos por su nombre--). Pero el software de procesamiento de textos --particularmente el tipo que emplea formatos de archivo especiales y complejos-- tiene el sobrenatural poder de desescribir las cosas. Un pequeño cambio en los formatos de archivo, o unos pocos bits revueltos, y la producción literaria de meses o años puede dejar de existir.

    Esto era técnicamente un fallo de la aplicación (Word 6.0 para Macintosh), no del sistema operativo (MacOS 7 punto algo), así que el blanco inicial de mi enfado fueron los responsables de Word. Por otro lado, yo podía haber elegido la opción guardar como texto en Word y haber guardado todos mis documentos como simples telegramas, y este problema no habría surgido. Por el contrario, me había dejado seducir por todas esas vistosas opciones de formateo que ni siquiera existían hasta que las GUIs aparecieron y las hicieron practicables. Había caído en el hábito de usarlas para que mis documentos tuvieran un bonito aspecto (tal vez más bonito del que merecían; todos esos viejos documentos en los disquetes resultaron ser más o menos una porquería). Ahora estaba pagando el precio de mi autoindulgencia. La tecnología había avanzado y hallado maneras de que mis documentos parecieran aún más bonitos, y la consecuencia de ello era que todos los viejos y feos documentos habían dejado de existir.

    Era --si me disculpan una pequeña y extraña fantasía durante un momento-- como si hubiera ido a alojarme en un hotel exquisitamente diseñado, poniéndome en manos de los antiguos maestros de la interfaz sensorial, me hubiera sentado en mi habitación y hubiese escrito una historia con un bolígrafo en papel amarillo y, al volver de la cena, me hubiese encontrado con que la doncella se había llevado mi trabajo y en su lugar había dejado una pluma y una resma de pergamino --explicando que la habitación tenía mucho mejor aspecto así y era todo parte de una actualización rutinaria--. Pero escritas en aquellas hojas de papel, en impecable ortografía, habría largas secuencias de palabras escogidas al azar del diccionario. Espantoso, cierto, pero legalmente no podría demandar a la dirección, porque al alojarme en ese hotel había dado mi consentimiento para ello. Había entregado mis credenciales de morlock y me había convertido en un eloi.


    NO a la Alianza por la Educación

    La primera dosis siempre es gratis

    El software está en todas partes. En los celulares, en los bancos, en las cajas del supermercado, en los hospitales, en las escuelas, en las computadoras de la AFIP, en el living de su casa.

    El software controla nuestras comunicaciones y archiva nuestra memoria social. Quien controla el software, controla el flujo de información y conocimiento dentro de la sociedad.

    Nadie permitiría que Monsanto fije los planes de estudio de agronomía, o que Mc. Donalds les enseñe nutrición a nuestros niños.

    Pero en un área  crítica como la informática, el Ministerio de

    Educación ayuda a Microsoft a entrenar a nuestros maestros y estudiantes para que sean usuarios cautivos de sus productos.

    Dígale NO a la Alianza por la Educación!

    Estudiar y aprender es un derecho. Bajo la tutela de Microsoft, los estudiantes aprenden que el software no se debe compartir, que está prohibido averiguar cómo funcionan los programas, que es ilegal modificarlos.

    Con Software Libre, programas que se puede usar, estudiar,

    copiar, modificar y compartir en libertad, las escuelas enseñan a aprender, alientan la curiosidad de los estudiantes, comparten el saber y los programas con su comunidad.

    Los regalos de Microsoft están envenenados

    Nuestros niños y niñas merecen Software Libre

    Para más información, vea http://www.gnu.org/



    Un día en el aeropuerto

    El otro día estuve en el aeropuerto despidiéndome de mis papás que se iban de viaje.

    En un momento me dieron ganas de usar el baño, así que fuí. A diferencia de otras veces en que había usado el baño, esta vez había dos guardas armados, uno de cada lado de la puerta. Cuando intenté entrar, uno me detuvo.

    "NO", me dijo. Nada más.

    Yo estaba en un apuro, a lo mejor por tomar mucho mate, por lo que volví a intentar entrar.

    Uno de los guardas me agarró fuertemente del brazo y gritó "NO" otra véz mientras me empujaba fuera del baño.

    Pregunté por qué no podía entrar. No respondieron. Corrí a otro baño en el aeropurto. Todos estaban custodiados por guardias.

    Estaba parado cerca de uno de los baños cuando ví a un hombre entrando sin problemas. El hombre entró caminando y los guardias ni siquera se movieron. Pensé que ahora sí podría usar el baño.

    Me empujaron tan fuerte que terminé sentado en el piso. No pude contenerme y dí un pequeño grito que llamó la atención de varias personas en el aeropuerto. Un hombre vino y me ayudó a levantarme.

    Le conté al hombre que no había podido usar los baños. Ricardo, así se llamaba el hombre, me dijo:

    "Por su puesto, no estás usando una camisa marca Armani".

    "'¡¿Qué?!" exclamé "¿necesito una camisa marca Armani para usar el baño?"

    "Si, bastante tonto, ¿no?"

    Cada vez que alguien necesita de tecnología propietara (camisas marca Armani) para acceder a un servicio o un producto, nosotros, los usuarios de tecnologías libres (remeras) nos sentimos así, incluso los usuarios de otras tecnologias propietarias (camisas marca Calvin Clain) se sienten así.

    Actualmente la Biblioteca Pública de Boston, como la FSF informó, está haciendo esto bloqueando el acceso a los audio-libros mediante una forma de Gestión de Restricciones Digitales (DRM) que requiere que uses un software propietario provisto por un único vendedor. Podés unirte a la protesta enviando una carta o chequeando tu librería local.

    Antes de irse, RIcardo me dió una hoja de papel que tenía unos dibujos. Luego de inspeccionarla me dí cuenta de que eran instrucciones así que las seguí.

    El resultado fué una especie de cuello que cuando me lo ponía sobre mi remera la hacía ver como una camisa marca Armani. Ahora si podía ir y usar el baño.

    Del lado de atrás de la hoja de papel había dos mensajes.

    Una decía que podía usar el cuello todo lo que quisiera (ya sea para entrar a baños o para verme bien en una cita); podía también leer las instrucciones, estudiarlas y cambiarlas para adaptarlas a mis necesitades (bárbaro por que mi cuellos es un poco grande); podía ir a la fotocopiadora y hacer tantas copias como quiciera; a esas copias podía regalarlas o venderlas, como quiera (incluso estaba pensando en poner mi propio puesto de venta de estos artículos); por último mis cambios también podía darlos a otros, podía publicar las instrucciones en un pizarrón en el aeropuerto así todos podrían hacerse sus propios cuellos (cuando fuí a hacer esto ví que las instrucciones ya estaban publicadas, pero usando servilletas que se podían conseguir en el bar, impresionante).

    Este es el equivalente al Software Libre como lo define la FSF.

    Todo estaba bárbaro hasta que leí la última parte, era una advertencia, no una condición impuesta por el buén Ricardo:

    "Bajo de actuales regulaciones del aeropuerto, usar este cuello es ilegal y castigado por la ley, tené cuidado."

    Este es el equivalente a la ley norteamericana que prohibe usar Software Libre para escuchar los audio-libros. Bastante tonto, ¿no?.

    Esta historia fué traducida del blog de Pupeno. Versión original (inglés).

    Aclaración debido a: :-)

    (14:54:58) adrianhector28@hotmail.com: che adonde se fueron tus viejos?

    (14:56:03) adrianhector28@hotmail.com: eso es mentira

    (14:56:16) adrianhector28@hotmail.com: yo entre con jeans y una remera pedorra en ezeiza y no me dijeron nada

    Es ficción :-D


    Los Justos (una historia de peer-to-peer)

    Leyendo Barrapunto llegué hasta este relato en Orsai, el blog de un periodita argentino que vive en Barcelona.

    Me hizo acordar a un amigo a quien le gustan las series de ciencia ficción y una vez me contaba que "Ya está armado el circuito" (desde quien publica el video, los traductores.. ) De verdad, sin deperdicio, transcribo aca el relato:

    Los miércoles a las nueve de la noche, hora de Nueva York, la cadena norteamericana ABC emite una serie de televisión que me gusta. A esa misma hora un mexicano llamado Elías, dueño de un vivero en Veracruz, la está grabando directamente a su disco rígido, y tan pronto como acabe subirá el archivo a Internet, sin cobrar un centavo por la molestia. Tiene esta costumbre, dice, porque le gusta la serie y sabe que hay personas en otras partes del mundo que están esperando por verla. Lo hace con dedicación, del mismo modo que trasplanta las gardenias de su jardín para que se reproduzca la belleza.

    A las once de la noche de ese mismo miércoles, Erica, una violinista canadiense de venticuatro años que ama la música clásica, baja a su disco rígido la copia de Elías y desgraba uno a uno los diálogos para que los fanáticos sordomudos de la serie puedan disfrutarla; distribuye esos subtítulos en un foro tan rápido como puede. No cobra por ello ni le interesa el argumento: lo hace porque su hermano Paul nació sordo y es fanático de la serie, o quizás porque sabe que hay otra mucha gente sorda, además de su hermano, que no puede oír música y debe contentarse con ver la televisión.

    A las 3:35 de la madrugada del jueves, hora venezolana, Javier baja en Caracas la serie que grabó Elías y el archivo de texto que redactó y sincronizó Erica. Javier podría ver el capítulo en idioma original, porque conoce el inglés a la perfección, pero antes necesita traducirlo: siente un placer extraño al descubrir nuevas etimologías, pero más que nada le place compartir aquello que le interesa. Para no perder tiempo, Javier divide el texto anglosajón en ocho bloques de tamaños parecidos, y distribuye por mail siete de ellos, quedándose con el primero.

    Inmediatamente le llega el segundo bloque a Carlos y Juan Cruz, dos empleados nocturnos de un Blockbuster boneaerense que suelen matar el tiempo jugando al ajedrez, pero que ocupan los miércoles a la madrugada en traducir una parte de la serie, porque ambos estudian inglés para dejar de ser empleados nocturnos, y también porque no se pierden jamás un capítulo.

    El tercer bloque de texto lo está esperando Charo, una ceramista de Alicante que está subyugada por la trama y necesita ver la serie con urgencia, sin esperar a que la televisión española la emita, tarde y mal doblada, cincuenta años después. El cuarto bloque lo recibe María Luz, una tipógrafa rubia y alta que trabaja, también de noche, en un matutino de Cuba: María Luz deja por un momento de diseñar la portada del diario y se pone rápidamente a traducir lo que le toca. Dice que lo hace para practicar el idioma, ya que desea instalarse en Miami.

    El quinto bloque viaja por mail hasta el ordenador de Raquel y José Luis, una pareja andaluza que vive de lo poco que le deja una librería en el centro de Sevilla. Llevan casados más de venticinco años, no han tenido hijos, y hasta hace poco traducían sonetos de Yeats con el único objeto de poder leerlos juntos, ella en un idioma, él en otro. Ahora, que se han conectado a Internet, descubrieron que además de buena poesía existe también la buena televisión.

    El sexto bloque le llega a Ricardo, en Cuzco: Ricardo es un homosexual solitario —y muchas noches deprimido— que traduce frenéticamente mientras hace dormir a su gato Ezequiel. El séptimo lo recibe Patrick, un inglés con cara de bueno que viajó a Costa Rica para perfeccionar su español, lo desvalijó una pandilla casi al bajar del avión pero igual se enamoró del país y se quedó a vivir allí. Y el octavo bloque le llega, al mismo tiempo que a todos, a Ashley, una chica sudafricana de madre uruguaya que es fanática de la serie porque le recuerda (y no se equivoca) a su libro favorito: La Isla del Tesoro.

    Los ocho, que jamás se han visto las caras ni tienen más puntos en común que ser fanáticos de una serie de la televisión o de un idioma que no es el materno, traducen al castellano el bloque de texto que le corresponde a cada uno. Tardan aproximadamente dos horas en hacer su parte del trabajo, y dos horas más en discutir la exactitud de determinados pasajes de la traducción; después Javier, el primero, coordina la unificación y el envío a La Red. Ninguno de los ocho cobra dinero para hacer este trabajo semanal: para algunos es una buena forma de practicar inglés, para otros es una manera natural de compartir un gusto.

    A esa misma hora Fabio, un adolescente a destiempo que vive en Rosario, a costas de sus padres a pesar de sus 23 años, encuentra por fin en el e-mule la traducción al castellano del texto. Con un programa incrusta los subtítulos al video original, desesperado por mirar el capítulo de la serie. A veces su madre lo interrumpe en mitad de la noche:

    —¿Todavía estás ahí metido en Internet, Fabio? ¿Cuándo vas a hacer algo por los demás, o te pensás que todo empieza y termina en vos?

    —Tenés razón mamá, ahora mismo apago —dice él, pero antes de irse a dormir coloca el archivo subtitulado en su carpeta de compartidos para que cualquiera, desde cualquier máquina, desde cualquier lugar del mundo, pueda bajarlo. Fabio jamás olvida ese detalle.

    Los jueves suelo levantarme a las once de la mañana, casi a la misma hora en que Fabio, a quien no conozco, se ha ido a dormir en Rosario. Mientras me preparo el mate y reviso el correo, busco en Internet si ya está la versión original con subtítulos en español de mi serie preferida, que emitió ocho horas antes la cadena ABC en Estados Unidos. Siempre (nunca ha fallado) encuentro una versión flamante y me paso todo el resto de la mañana bajándola lentamente a mi disco rígido, para poder ver el capítulo en la tele después de almorzar. Mientras espero, escribo un cuento o un artículo para Orsai: lo hago porque me resulta placentero escribir, y porque quizás haya gente, en alguna parte, esperando que lo haga.

    El artículo de este jueves habla de Internet. Dice, palabras más, palabras menos, algo que hace venticinco años dijo Borges mucho mejor que yo, en un poema maravilloso que se llama Los Justos:

    "Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.

    El que agradece que en la tierra haya música.

    El que descubre con placer una etimología.

    Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.

    El ceramista que premedita un color y una forma.

    Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.

    Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.

    El que acaricia a un animal dormido.

    El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.

    El que agradece que en la tierra haya Stevenson.

    El que prefiere que los otros tengan razón.

    Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo."


    Rivendel: lista de correos

    Hace una semana empezamos con unos amigos una lista de correos llamada Rivendel, como la ciudad de los Elfos en El Señor de los Anillos. Allí compartimos noticias sobre computación en general. Pueden encontrar más información en esta dirección.


    Compilando el primer ping

    En el año 1983, Mike Muuss , codificó en una tarde y compiló sobre 4.2a BSD UNIX la primera versión del programa ping (hoy este programa está prensente en practicamente todas las computadoras). Hoy, 22 años más tarde, voy a compilar su código en mi máquina (i686) usando el sistema operativo Debian GNU/Linux.

    En la web se proveen lo archivos necesarios en el archivo ping.shar, del cual se pueden obtener los arcihvos ejecutando sh ping.shar. Para poder compilarlo hice algunas modificaciones en Makefile y en ping.c.

    El acceso a los códigos fuente de los programas que uno usa es algo muy útil, ya que le permite a uno conocer realmente como funcionan las cosas y aprender.


    If you don't... you SHOULD: 3 Lecturas Recomendadas

    1) Nanni Search: aprenda prolog programando un juego: http://www.amzi.com/AdventureInProlog/a1start.htm.

    2) Beating de Avegarages: la historia de dos nerds que triunfan en los negocios en internet programando en Lisp, un lenguaje de programación desconocido en la industria pero estrella los laboratorios de IA: http://www.paulgraham.com/avg.html.

    3) SQL for web nerds: aprenda SQL de la mano del delirante Philip Greenspun del MIT: http://philip.greenspun.com/sql/.