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¿Tomamos mate?

De todos las cadenas de emails que recibí desde que tengo una conexión permanente a Internet (2000) esta es la única que me gusto! :D

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.

Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga

sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.

El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace

conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.

Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la

segunda "¿unos mates?".

Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los

pobres.

Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres

serios o inmaduros.

Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes

mientras

estudian o mirando televisión.

Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni

echarse en cara.

Peronistas y radicales ceban mate sin

preguntar. En verano y en invierno.

Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los

buenos y los malos. Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate

cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten

grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu

sangre empieza a chupar mate.

Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años,

elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con

cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.

Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La

gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El

otro responde: "Como tomes

vos".

Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba.

La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre.

Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con

cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no

hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.

Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser

un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.

Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos

de los padres.

Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de

tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es

porque sí.

El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin

que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que

tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo:

pero no es un día cualquiera.

Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera

vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para

cada Por adentro hay revoluciones.

El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de

valores...

Es la solidaridad de bancar esos! mates lavados porque la charla es

buena. La charla, no el mate.

Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás

mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá

la yerba!".

Es el compañerismo hecho momento.

Es la sensibilidad al agua hirviendo.

Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?".

Es la modestia de quien ceba el mejor mate.

Es la generosidad de dar hasta

el final.

Es la hospitalidad de la invitación.

Es la justicia de uno por uno.

Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.

Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores

pretensiones que compartir.

¿TE SENTISTE INCLUÍDO?.... compartilo entonces con quienes alguna

vez tomaste un mate.